Diversificar con Credito privado

El crédito privado, definido como préstamos entre empresas e instituciones que no son bancos, tiene como principal ventaja la flexibilidad de adaptarse a las necesidades del solicitante.

El concepto ha adquirido relevancia en los últimos años dado que muchísimas empresas pequeñas y medianas se han enfocado en la búsqueda de créditos con condiciones que se adecuen mejor a su situación real (plazo, tasa, garantías o cualquier otra característica de la operación).

Dentro de las empresas que otorgan este tipo de crédito se encuentran los fondos de inversión u otros gestores de activos, que posteriormente ofrecen a sus clientes productos financieros estructurados sobre estos créditos.

En contrapartida, se encuentran las empresas que no cotizan en la Bolsa y por tanto carecen de calificación crediticia oficial, lo cual dificulta el acceso a crédito bancario. En este mismo sentido, los bancos se han ido retirando del sector de préstamos “más riesgosos” luego de la crisis 2007 – 2008.

¿Por qué invertir en Crédito Privado?

Para los inversores, el sector ofrece un rendimiento superior a los bonos corporativos, de empresas con características similares, lo cual compensa la iliquidez del producto. Asimismo, en estos últimos años de tasas de referencia en aumento, ha sido una inversión muy rentable por el hecho de que generalmente la tasa de interés pactada es flotante. Los prestamos del sector privado suelen estar en primera línea de cobro ante una cesación de pagos y contar con garantías más sólidas que los bonos tradicionales. Su cotización está descorrelacionada con el resto del mercado, y su volatilidad en general es muy baja ya que se valúan con frecuencia trimestral.

El siguiente cuadro muestra los rendimientos de cada categoría de activos, entre 2007 y 2022, ordenados de mayor a menor:

RIESGOS

El mayor riesgo que presenta la inversión en crédito privado es la iliquidez de los mismos. Salirse de la posicion antes de lo pactado implicaría un análisis de la valuación para una correcta negociación de precio, o en el mejor de los casos, identificar un comprador potencial en el mercado.

Otro aspecto a considerar es que la transparencia en el desempeño crediticio subyacente no está disponible debido a que las agencias de calificación rara vez siguen los créditos privados, aunque esto es contrarrestado por la gestión de los Fondos de Inversión.

VENTAJAS

Generalmente este tipo de productos provee ingresos corrientes en el portafolio del cliente a una tasa superior de la media del mercado.

El hecho de que implique estructurar acuerdos personalizados en función de las necesidades de cada negocio, junto con el monitoreo continuo, y la flexibilidad para la renegociación, explican las menores tasas de default. Las mismas han sido históricamente más bajas en esta categoría, con mayores porcentajes de recuperación de capital.

Fuente: US Federal Reserve, 2024.

El crédito privado está descorrelacionado con los movimientos tradicionales del mercado, brindando mejor retorno ajustado a riesgo.

Fuente: Blackstone.

El crédito privado ofrece la oportunidad de diversificar, proporcionando exposición a sectores y empresas que no están disponibles en el mercado público.

Según estimaciones de la agencia de calificación Moody’s, a fines del 2023 el tamaño del sector de crédito privado ascendía a USD 1,3 billones, una cifra comparable a la del mercado mundial de bonos de alto rendimiento (high yield). Morgan Stanley cree que para el año 2027 el mercado crecerá hasta USD 2,3 billones.

El éxito de una estrategia de inversión a lo largo del tiempo está vinculado a la correcta diversificación de la misma. Incorporar crédito privado permite bajar la volatilidad del portafolio y mejorar la descorrelación del mismo con el resto del mercado, además de dar acceso a mejores tasas de retorno ajustado a riesgo y así compensar una menor liquidez de estas inversiones.

Cra. Elisa Chiarino

Banca Privada

echiarino@paullier.com

El poder de No hacer nada.

Creo que el inversor ideal debería tener varias cualidades. Por un lado, contar con un conocimiento básico de matemática, estadística y probabilidad. También conocer sobre la historia y sobre cómo funciona el mundo de hoy en día. Además, entender sobre los mercados financieros y sobre los distintos retornos y riesgos asociados a cada clase de activo.

Pero por otro lado -y seguramente la cualidad más importante-, necesita dominar su propio comportamiento; saber manejar las emociones. Peter Lynch una vez comentó que “al final del día, no es el mercado de valores y ni siquiera las propias empresas las que determinan el destino de un inversor; es el inversor.”

Seguramente estemos en el mejor momento en la historia para ser un inversor individual. Gracias a los avances de la industria financiera, hoy se ha democratizado el acceso a las inversiones, se han incrementado la cantidad de productos disponibles y los costos han disminuido dramáticamente. A su vez, el acceso a la información está al alcance de la mano. Pero esta facilidad de inversión es un arma de doble filo.

En un mundo donde hay abundancia de información, infinitas alternativas de inversión y donde es muy fácil transaccionar, lo más importante es lograr separar el ruido y las emociones para tomar buenas decisiones de inversión. ¿Pero cómo? Tal vez, dominando el sesgo de acción.

Encontramos una buena comparación en los goleros de fútbol.
Un estudio publicado en la Revista de Psicología Economica (2007), muestra como a pesar de que tienen más probabilidad de atajar un penal si se quedan quietos en el centro, en el 94% de los casos no lo hacen, ya que están incentivados a actuar.
Pueden leer más aquí

El sesgo de acción es la presión emocional de “hacer algo” frente a hechos relevantes. Con la abundancia y velocidad de la información, la realidad es que caemos en la trampa de que está pasando algo relevante todos los días y por ende, “debemos actuar”. Como las inversiones generalmente tienen precios diarios o en tiempo real, los movimientos de los activos pueden presionarnos a actuar. Esto no sucede con activos privados donde no hay una cotización todos los días, como una empresa privada o un inmueble.

Es muy difícil evitar este sesgo, ya que no hacer nada es contraintuitivo. En muchas áreas te premian por actuar, pero no en el mundo de inversiones. Si querés mejorar tu estado físico, tenés que moverte. Si querés mejorar en un deporte o instrumento musical, tenés que practicar. Pero si querés mejorar como inversor seguramente lo mejor es no hacer nada

Este slogan resume la idea en pocas palabras.

*Tomado de FUNDSMITH, una gestora de fondos de inversión del Reino Unido enfocada en acciones.

Un tipo de sesgo de acción es el FOMO (por sus siglas en inglés “Fear Of Missing Out”). Esto es cuando tomamos decisiones emocionales, sobrevalorando el potencial de una nueva idea de inversión, y muchas veces pagando un precio más alto para no “quedarnos afuera”.

En un mundo en el cual las nuevas ideas de inversión son compartidas rápidamente, como la inteligencia artificial o las criptomonedas, no tener miedo de perderse de una inversión es muy importante. Esto es más difícil de lograr cuando escuchamos cuentos de como otros inversores están ganando mucho con alguna inversión puntual, y no nos queremos quedar afuera de la oportunidad. 

Algo que puede ayudar es tener claro nuestro objetivo. Una acción puede estar apreciándose exponencialmente, pero el mercado accionario es una misma cancha donde juegan distintos tipos de jugadores. Tal vez los compradores de esta acción tengan un horizonte de inversión de corto plazo. Lo importante es tener claro nuestro propio horizonte de inversión, y no confundir señales de otros jugadores del mercado que capaz tienen un horizonte distinto al nuestro. Tener un plan y automatizar nuestras inversiones puede ayudar tambien.

Una buena inversión no se trata necesariamente de tomar buenas decisiones.
Se trata de no cometer errores constantemente.

Morgan Housel

Tener paciencia y resistirnos a la tentación de tomar acciones innecesarias no significa no actuar nunca. Warren Buffett, es un buen ejemplo. Hay una buena comparación que dijo una vez, que invertir es como un partido de béisbol en el cual no te penalizan por quedarte quieto si la pelota no viene directo al bate; donde podes esperar la oportunidad. Buffett es conocido por pensar, analizar y comparar inversiones por mucho tiempo, pero cuando encuentra una inversión donde cree que tiene las chances a su favor, invierte decididamente: las oportunidades vienen infrecuentemente. Cuando llueve oro, saca el balde, no el colador.

La industria financiera se ha transformado en un arma de doble filo, en el cual si logramos controlar nuestras emociones, es el mundo ideal de inversión.

“(El Mercado) no te paga por la actividad, solo te paga por tener razón.”

Warren Buffett

Manuel Bordaberry

mbordaberry@paullier.com

¿Llegó el momento de la Renta Fija?

Durante la última década vivimos en un mundo financiero de tasas cercanas a cero, donde los inversores tenían básicamente tres opciones:

  • Seguir invertidos de la misma manera, y aceptar que los rendimientos iban a ser históricamente bajos.
  • Incrementar el riesgo de sus inversiones en la búsqueda de mejores rendimientos.
  • Liquidar sus inversiones y esperar a un mejor momento para invertir, con el riesgo de perderse años de ganancias.

Ninguna opción parecía muy atractiva y específicamente invertir en renta fija tenía un riesgo asimétrico; relativamente poco para ganar si las cosas andaban bien y mucho para perder si en algún momento las tasas se normalizaban. Esto sucedió en el último año y medio, las tasas de interés fueron aumentadas a una velocidad sin precedentes para lograr controlar la inflación.

Como consecuencia, el bono americano a 10 años cayó casi 18% en el 2022, y el Bloomberg Global Aggregate Bond Index lo hizo en más de 16%.

La otra cara de la moneda es que hoy podemos acceder a rendimientos atractivos en la renta fija a lo largo de toda la curva y del riesgo crediticio que queramos. Desde treasury bills americanos de corto plazo que rinden arriba de 5%, a bonos grado inversor cerca del 7% y hasta bonos high yield con rendimientos cercanos al 9%. Hoy se pueden armar portafolios de inversión que cumplan nuestros objetivos de inversión sin la necesidad de salirse de las inversiones tradicionales y hasta conseguir rendimientos cercanos a los que históricamente encontrábamos en el mercado accionario invirtiendo en bonos high yield.

El argumento no es en contra de las inversiones en acciones. La inflación está en caída, la Fed ha dejado de aumentar las tasas por primera vez en 15 meses este mes (Junio 2023) y las revisiones apuntan a que tal vez ni siquiera haya una recesión como se esperaba. Todo esto, sumado al empuje por parte del interés de los inversores en áreas vinculadas a la inteligencia artificial, apunta a un buen momento para las acciones. Estás han sido y serán buenas inversiones de largo plazo, sin embargo, es imposible pronosticar la dirección del mercado accionario en el corto plazo.

A modo de ejemplo, los analistas esperaban a principios del 2022 que a fin de año el S&P 500 tuviera una suba de 9,60%, que la inflación sea del 3% y que la tasa de la Fed estuviera en 0,75%. La realidad; el S&P 500 cayó -18%, la inflación fue del 7% y la Fed subió la tasa de interés a 4,50%.

Estos eran los pronósticos de la empresas más grandes de Wall Street a principios de este año:

Hoy el S&P 500 está cerca de los 4.400 puntos, por encima de todos los pronósticos salvo el de Deutsche Bank, y todavía queda la mitad del año.
En el corto plazo, el humor de los inversores es quien dicta los movimientos del mercado, y como dijo Ben Graham “en el corto plazo el mercado accionario es una máquina de votación”.
Además, en el corto plazo lo que mueva al mercado pueden ser acontecimientos que hoy no estamos viendo, como lo fue la pandemia en el 2020.
El riesgo es lo que no vemos.

Los bonos por su parte, son un activo esencialmente distinto a las acciones. Sus resultados son contractuales entre el acreedor y el deudor, lo cual lo hacen más predecibles. Si el deudor no honra su contrato, el acreedor puede ir contra la empresa o contra las garantías que puede tener el contrato como colateral. Esto hace que hoy en día la relación del riesgo y retorno de invertir en renta fija sea muy atractiva con respecto a la renta variable.

Por otra parte, las acciones no siempre le ganan a los bonos, y esto hace sentido. Si siempre le ganaran, no habría riesgo de invertir en el mercado accionario.

La volatilidad de las acciones en el corto plazo es el precio que debemos pagar por mejores resultados en el largo plazo, y eso significa que en algunos períodos las acciones no logren ganarle a los bonos.

¿Cuan frecuente es que los bonos de largo plazo tengan mayor rendimiento que a las acciones?
Tomamos distintos periodos de tiempo:

Color verde: Veces que los bonos superan a las acciones.

Un último punto a favor de los bonos es la diversificación que otorgan a un portafolio. Durante años, con tasas por el piso, los bonos no aportaron mucha diversificación y se movían en conjunto con las acciones. Muchos inversores se acuerdan del periodo de la burbuja de las DotCom y como el S&P 500 cayó -9,03%, -11,85% y -21,97% en el 2000, 2001 y 2002 respectivamente. Lo que pocos recuerdan es que el bono americano a 10 años tuvo una performance de +16,66%, +5.57% y +15,12% en esos años. Los frutos de la diversificación se vieron plasmados en esos años y hoy en día en un escenario en el cual la economía sea golpeada, los bonos pueden volver a ayudar.

Cada inversor tiene una situación financiera y un apetito por el riesgo particular. Hoy en día, para un perfil conservador o para el manejo de la liquidez, los productos money market ofrecen tasas por encima del 5%. Para un perfil más riesgoso, las inversiones en bonos high yield ofrecen una rentabilidad históricamente similar a la del S&P 500. En el medio, tenemos un abanico de opciones con distintos plazos y riesgos crediticios. El mercado de renta fija ofrece alternativas para todos los gustos, ¿será tal vez el momento de aumentar la exposición a esta clase de activo?

“El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.”

William Arthur Ward

Ec. Manuel Bordaberry

mbordaberry@paullier.com

EL 2022 EN EL RETROVISOR

Llega el final del año y va quedando atrás lo que será un año histórico y atípico para los mercados financieros. 
Para poner en perspectiva el 2022:

  • Desde 1928 solamente hubo tres años en los cuales el S&P 500 y el bono del Tesoro Americano a 10 años tuvieron un retorno negativo simultáneamente. Este va a ser el cuarto, y el único en el cual cayeron más de 10% al mismo tiempo.
  • Es el peor registro en la historia para el mercado de bonos, con el bono del Tesoro Americano abajo cerca de 14% en el año.

Con el año ya casi en el retrovisor, ¿qué podemos aprender como inversores?

Un par de ideas.

>>> La realidad sobre los pronósticos de corto plazo.
Un año atrás, se esperaba que la inflación fuera transitoria, desacelerándose a 3% en el 2022 y las expectativas de la tasa de la Fed eran de 0,75% para fin de año. Hoy estamos con una inflación de más de 7% anual en los EE.UU y la Fed acaba de aumentar la tasa de interés al rango 4.25% – 4,50%.

El nivel objetivo promedio del S&P 500 por parte de los analistas era de 5.225 puntos, una suba de 9,60% en el año. Hoy el índice está abajo cerca de -19%.

Warren Buffett dijo una vez que “No tenemos, nunca tuvimos y nunca vamos a tener una opinión acerca de la dirección del mercado accionario, las tasas de interés o de la actividad económica de acá a un año”.

Lo que argumenta Buffett es que no tiene sentido esforzarse en pronosticar lo que va a suceder en los próximos 12 meses. Pero entonces, ¿en que deberíamos focalizarnos?

>>> Focalizarnos en lo que podemos controlar.
Intuitivamente, lo que podemos controlar como inversores es en qué activos invertimos. Cuales empresas, deuda y fondos de inversión elegimos dentro del abanico de alternativas que ofrece el mundo financiero.
Pero tal vez más importante aún, podemos focalizarnos en nuestro nivel de ahorro y en nuestro comportamiento como inversor. Estas dos variables están en nuestro control y seguramente sean más significativas para nuestro futuro que muchas otras.

Puntualmente, este año es un ejemplo de porqué deberíamos tener un fondo de emergencia. En un año como el 2022 lo único que no queremos como inversores es estar forzados a liquidar activos financieros para cubrir emergencias, y la utilidad de tener un fondo para cubrir imprevistos solo se valora en años como este.

>>> Utilizar el 2022 como una prueba.

Varios inversores argumentan que pueden soportar caídas grandes de sus portafolios, pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Cuando las cosas van bien es fácil pensar que si sigue todo igual y mi portafolio cae 20% no me voy a preocupar. Pero es distinto cuando realmente se vive en carne propia una caída así y las noticias son sobre una inflación insostenible, posible recesión económica y guerra en Europa.

Entonces, ¿para qué podemos usar el 2022? Tal vez sirve como un termómetro para medir realmente cuánto riesgo podemos soportar, y cuánta pérdida estamos dispuestos a aceptar por retornos a futuro. Luego, podemos ajustar nuestras inversiones acorde a nuestro nivel de aversión al riesgo.

Con unas pocas semanas para finalizar el año, los analistas han comenzado a compartir sus informes sobre que esperar para el 2023 en los mercados financieros. Pero si recordamos el primer punto de este artículo, debemos agarrar estos con pinzas.

No sabemos exactamente qué pasará el año que viene, pero podemos extender un poco el plazo, y ver históricamente que pasó en periodos similares: En las otras tres ocasiones en las cuales los bonos y acciones en EEUU cayeron simultáneamente, los rendimientos promedio anualizados de los siguientes tres años fueron de +14,6% para el S&P 500 y de +6,1% para el bono del Tesoro Americano a 10 años.

Por otro lado, hoy en día podemos aprovechar las tasas del mercado de renta fija para lograr nuestros objetivos, y conseguir rendimientos sólidos sin la necesidad de cargar los portafolios con inversiones más riesgosas. Esto fue difícil de lograr durante la última década.

De cara al 2023 y a los siguientes años, tal vez podamos usar el 2022 como un año ejemplar para focalizarnos en lo que realmente importa y ajustar los portafolios para cumplir con nuestros objetivos financieros.

“Es más fácil evaluar si algo es frágil, que intentar predecir la ocurrencia de un evento que pueda dañarlo.”

Nicholas Taleb

Ec. Manuel Bordaberry

mbordaberry@paullier.com

LA MITAD DEL VASO LLENO

Este ha sido un año duro para los inversores en los mercados financieros. El S&P 500 ha caído cerca de -20% y otras partes más volátiles del mercado como el índice de tecnología Nasdaq, cerca de -30%. Individualmente, acciones como Disney, Tesla, o Nike han caído -33%, -38% y -45% respectivamente en lo que va del año. Como las tasas han aumentado los bonos también se han visto golpeados, con el índice de bonos globales también abajo cerca de -20% en el año.

Lo atípico de este año es que se ha dado simultáneamente una caída en acciones y en bonos, y que ha sido de una magnitud significativa. Esto se puede visualizar en la siguiente gráfica:

RENDIMIENTO DE ACCIONES VERSUS BONOS 1926 – 2022

Esto ha provocado que un típico inversor expuesto a los activos financieros tradicionales vea su portafolio cerca de -20% abajo en lo que va del año. A nadie le gusta ver una caída en sus inversiones de este tamaño, pero hay algunas implicancias positivas que podemos resaltar de esta situación en la que nos encontramos.

Por un lado, están los inversores jóvenes, estos que han comenzado a invertir recientemente o los que todavía nunca han invertido. Estos inversores tienen una ventaja frente al resto; tienen más tiempo. Por ende, pueden invertir con un horizonte temporal más largo los fondos que no van a precisar por los próximos años, sin preocuparse por la eventual volatilidad con la cual se pueden encontrar. Para un inversor de este tipo, acumular acciones y bonos a mejores valuaciones y tasas es el escenario ideal. Contraintuitivamente, este inversor debería estar feliz de que el mercado caiga.

Por otro lado, están los inversores que han estado invirtiendo durante años pero que todavía tienen tiempo antes de jubilarse o de necesitar estos fondos. Lo positivo para este grupo es que seguramente son personas que se encuentran en su pico de ingresos laborales. Obviamente ver caer el valor de sus inversiones es algo que no quieren, pero la realidad es que el mercado les está dando mejores oportunidades respecto a los últimos años para seguir invirtiendo justamente en los años donde su poder ahorrativo probablemente sea mayor.

Finalmente, están los inversores que van a precisar próximamente los fondos, por ejemplo los que están cerca de su jubilación. Podríamos decir que estos son los más perjudicados por la caída de los mercados, pero también podemos ver el lado positivo. Después de años donde no habían tasas atractivas en la renta fija, hoy nos encontramos con un panorama distinto. Como ejemplo, estas son las tasas de interés de los bonos del gobierno americano, a principio de año y a la fecha:

Estos inversores, próximos a necesitar los fondos, hoy pueden aprovechar la suba de tasas para hacer colocaciones en el sector más defensivo del portafolio, aprovechando las certezas y la baja volatilidad que otorgan los bonos respecto a otras inversiones. Por ejemplo, un inversor podría colocarse al 4,55% a un año en un bono americano, el cual es considerado libre de riesgo de default. A principio del año podían hacerlo tan solo al 0,40%. 

Este es sin dudas un año históricamente atípico y ser inversor en este año no ha sido fácil. Pero en vez de mirar la mitad vacía del vaso, podemos ver la otra mitad.


“El pasado no fue tan maravilloso como recordás, el presente no es tan malo como creés, y el futuro va a ser mejor de lo que estimás.”

Morgan Housel

Ec. Manuel Bordaberry

mbordaberry@paullier.com