Los mercados financieros cierran el primer semestre de 2022 con las mayores pérdidas desde comienzos de los años 70, tanto a nivel de acciones como en los mercados de bonos. El motivo básico de este comportamiento es la aceleración de la inflación que también ha alcanzado en los EE.UU. los valores más altos desde 1970 (8,6% en los doce meses cerrados en mayo), lo que ha forzado a la FED a tener que comenzar a subir las tasas de interés de manera más acelerada. Algo similar ocurre en todo el mundo, particularmente en Europa, el Reino Unido y casi todos los países, lo que ha forzado a casi todos los bancos centrales (con excepción del Banco de Japón -BoJ- que sigue con su política de controlar la tasa de interés de largo plazo en 0,1%) a aplicar fuertes subas en las tasas de interés y/o anunciar el fin de las políticas de estímulo monetario que se habían aplicado de manera prácticamente continua desde la gran crisis financiera de los años 2008/2009.

En definitiva, los mercados financieros se están comenzando a adaptar al fin de la era de tasas de interés nominales cero o incluso negativas (con tasas reales siempre negativas en todos los plazos); de fuertes estímulos monetarios y abundante liquidez que llevó a una explosión de los balances de todos los principales bancos centrales del mundo; de los enormes estímulos fiscales que se dieron para intentar contrarrestar los impactos de la crisis sanitaria generada por el Covid-19, y de los apoyos permanentes de los bancos centrales y de los gobiernos toda vez que aparecían problemas.
La irrupción con fuerza de la inflación, que fue evidente ya durante todo el segundo semestre de 2021 (aunque el fenómeno fue negado en su momento tanto por la FED como por el gobierno americano), y que a su vez se potenció con los shocks de oferta generados por la guerra entre Rusia y Ucrania así como por los nuevos impactos de la política de Covid cero aplicada por las autoridades chinas sobre las cadenas de suministros globales; dio por tierra con todos los paradigmas con los que venían operando los inversores y los mercados globales. Hoy se pueden obtener tasas nominales en dólares a 6 meses de plazo de 2,5%, y hacia fines de este año la FED ya ha anunciado que la tasa de fondos federales se ubicará en el 3,5%, y cerca de 4% en el primer semestre del año 2023, en el mejor de los casos de que se cumpla el escenario de “soft landing” que proyecta el banco central norteamericano.
En última instancia, los mercados financieros han perdido el “viento de cola” que desde el año 2009 han tenido de manera prácticamente ininterrumpida por la sucesión de estímulos fiscales y sobre todo monetarios, y en el caso de éstos últimos, los mismos se han transformado claramente en “viento de frente” por la necesidad que tienen los bancos centrales de subir las tasas de interés y restringir la liquidez a los efectos de controlar la inflación.
Y el problema es que normalmente para controlar a la inflación hay que sacrificar el nivel de actividad. Y ello es especialmente cierto cuando, como en la actualidad, una parte de la inflación se debe a shocks de oferta sobre los cuales los bancos centrales no tienen absolutamente ningún control. En un contexto de shocks de oferta como el que estamos teniendo, para conseguir una determinada baja de la inflación se debe sacrificar mucho más en términos de nivel de actividad y de empleo. Y esa es la enorme dificultad que enfrentan tanto la FED como el resto de los principales bancos centrales del mundo.
Extracto del Informe trimestral de Mercados – Dr. Michele Santo
27/06/2022
Foto de Nathan Dumlao en Unsplash