Adaptarse al cambio.

Hace poco Howard Marks, un reconocido inversor y cofundador de Oaktree Capital Management, escribió un memo a sus clientes titulado “Sea Change” en el cual habla sobre cómo el mundo de inversiones ha cambiado recientemente, respecto a los últimos 13 años.

Durante años vivimos en un ambiente en el cual tuvimos perspectivas económicas positivas, políticas monetarias expansivas por parte de los principales bancos centrales, tasas de interés cercanas a cero, sin inflación relevante, e inversores complacientes, optimistas y con miedo de quedar afuera del “rally” del mercado. 

Hoy estamos en un escenario totalmente opuesto: se espera una recesión, la política monetaria es contractiva, los costos de financiación han subido rápidamente, la inflación llegó a máximos de los últimos 40 años, y se respira cierto pesimismo entre los inversores.

¿Cómo debemos responder a estos cambios como inversores? Según Howard Marks debemos adaptarnos, y no es el único que piensa igual.

Morgan Housel, autor de The Psychology of Money, hace poco habló sobre un nuevo término: “Mental Liquidity“. Lo define como la habilidad de abandonar rápidamente una creencia cuando el mundo cambia o cuando conocemos nueva información. Parece intuitivo, pero cambiar de opinión es difícil porque es más fácil convencerte que estás en lo cierto que admitir que estas errado. 

Está claro que debemos adaptarnos a este nuevo mundo de inversión, pero ¿cómo? Algunas ideas.

En primer lugar, tal vez debamos mantenernos en las inversiones tradicionales. Durante años, en un mundo de tasas bajas, la forma de incrementar los rendimientos fue aumentando el riesgo buscando inversiones alternativas a las tradicionales. Hoy en día no es necesario buscar rentabilidad en activos ilíquidos o en estrategias complejas. El mercado de renta fija y de renta variable ofrecen buenas perspectivas y en un mundo donde los costos de financiación aumentaron mucho y rápido, hay un riesgo adicional en mantener inversiones que requieren de un apalancamiento financiero. 

Dentro de las inversiones tradicionales, tal vez debemos ponderar más la renta fija en los portafolios. Ya no es necesario cargar los portafolios con inversiones más riesgosas para obtener los resultados que buscamos, e invirtiendo en renta fija podemos obtener resultados que fueron imposibles en los últimos años. 

Por ejemplo, en los últimos años con tasas cercanas a cero, se emitieron varios bonos de baja calidad crediticia “high yield” con rendimientos entre 3-4%. Estas mismas emisiones hoy rinden cerca de 8%. Aunque ocurran algunos defaults, un portafolio de bonos high yield diversificado debería obtener rendimientos similares a los encontrados normalmente en el mercado accionario.

Hoy encontramos especialmente atractivo invertir en instrumentos de muy corto plazo, con los treasury bills americanos rindiendo arriba de 5% a plazos menores a 1 año.

Pero por otro lado, solo concentrarse en el corto plazo y no invertir en el resto de la curva de bonos tiene dos riesgos que se deben considerar:

– Riesgo de tasas de interés
– Riesgo de reinversión

Gráfico1: Rendimiento actual de los treasury bills a distintos plazos: invertir a 3 meses rinde mas de 5%, invertir a 10 años rinde 3.40%.

Riesgos tasa de interés: El año pasado las tasas aumentaron rápidamente y los bonos se vieron perjudicados.

Pero en un escenario donde la recesión se materialice y los bancos centrales deban bajar la tasa de interés, los bonos de largo plazo serán los que logren una buena performance y amortigüen los portafolios.

Riesgo de reinversión: Una vez finalizado el periodo de inversión en el corto plazo con tasas del 5%, no sabemos que tasas podremos conseguir para reinvertir nuestros fondos.

Entonces, también tiene sentido atarnos a una tasa de largo plazo, si eso logra cumplir nuestro objetivo de inversión.

Grafico 2: Cómo se han desempeñado los bonos del tesoro americano de largo plazo, en los años en que el mercado accionario cayó, desde 1929. En el 80% de los casos los bonos tuvieron desempeño positivo, y en el 27% de los casos, la ganancia incluso superó la baja en las acciones.

Por el lado de las acciones, tal vez debamos ponderar más a las empresas rentables y con buenos balances financieros. Con los costos de financiación más normalizados, las empresas precisan tener un buen balance y generar efectivo desde sus operaciones para no depender de los mercados de capitales para acceder a su financiación.

Entonces, ¿mejor las acciones “value” que las acciones “growth”? Según Terry Smith, portfolio manager del Fundsmith Equity Fund, no tiene sentido la distinción, ya que si una empresa puede reinvertir sus ganancias a una buena tasa de interés que lo haga y sino que los distribuya, pero eso no va a decidir si la empresa es de buena calidad o no.

Howard Marks comenta que es lógico creer que las estrategias que sirvieron en los últimos 13 años no serán las mismas que para los próximos; creo que está en lo cierto.

“Tus más fuertes convicciones son las que tienen la mayor probabilidad de estar equivocadas o incompletas, porque son las creencias más difíciles de desafiar, actualizar o abandonar si fuera necesario.”

Dee Hock, Fundado de VISA.

Ec. Manuel Bordaberry

mbordaberry@paullier.com

Cambiante comienzo de año para los mercados financieros

El comienzo del año 2023 ha sido muy cambiante para los mercados.
El arranque en el mes de enero fue extremadamente positivo, de la mano de datos económicos que mostraron una aparente reducción de la inflación en la última parte del 2022 con signos de mejoras en la economía global (potenciados tanto por la extraordinaria fortaleza del mercado laboral en EE.UU., así como por el abandono de la política de “covid cero” por parte de China); alentando para muchos la esperanza de un escenario de “goldilocks” o como fue bautizado de “desinflación inmaculada”, en el que sería posible reducir la inflación sin tener que sufrir una recesión.
Ello generó alzas importantes en los precios de los activos de riesgo, y caídas en las tasas de interés de largo plazo, un mercado en el que “todo subía”.
Este panorama tan auspicioso, donde muchos incluso comenzaron a hablar de la posibilidad de que la FED iba a dejar de subir las tasas de interés e incluso podría comenzar a bajarlas hacia mediados del año, tuvo un cambio importante en el mes de febrero, cuando los datos de inflación volvieron a mostrar una leve aceleración en la suba de precios, en un contexto donde la economía seguía mostrado signos de mucha fortaleza. 

Evolución de la Inflación en EEUU:

Fuente: Bloomberg, Bureau of Labor Statistics.

Los mensajes de la FED comenzaron a enfatizar la necesidad de continuar con las subas de las tasas de interés, y de mantener las mismas en un nivel más elevado durante más tiempo. Es que tomando los datos en términos de trimestres móviles, la inflación “subyacente” a nivel del IPC pasó de moverse a un ritmo anualizado de 4,25% en diciembre de 2022 a 4,58% en enero de 2023 y al 5,17% anualizado en febrero de este año. Dada esta realidad, no debió sorprender el giro “restrictivo” en cuanto al manejo de la política monetaria que comenzaron a transmitir tanto el presidente de la Reserva Federal -Jerome Powell- como varios otros miembros de la autoridad monetaria norteamericana. La perspectiva de que no sólo no iba a haber bajas de tasas de interés, sino que las mismas iban a subir más de lo proyectado y se mantendrían a esos niveles más elevados durante más tiempo, generó ajustes a la baja de los precios de los activos financieros, desandando la mayor parte de las alzas que se habían dado en el mes de enero.

En realidad, la idea de la “desinflación inmaculada” no tiene ningún sustento ni en la teoría ni en la realidad. Como señaló Larry Summers, “sería el triunfo de la esperanza sobre la experiencia”. No hay ningún episodio histórico que muestre que se logró bajar de manera rápida la inflación sin generar al menor una recesión leve. Ni que hablar cuando se parte de niveles tan altos de inflación como los de mediados de 2022; con niveles de deuda extraordinariamente elevados luego de muchos años de estímulos fiscales y monetarios gigantescos (primero para paliar los impactos de la crisis financiera global del año 2008 y luego para enfrentar las consecuencias de la pandemia del Covid-19), y con precios de los activos financieros por las nubes.
Como además la FED y el resto de los principales bancos centrales del mundo se equivocaron al atribuir la suba de la inflación en el año 2021 a factores transitorios, y por lo tanto demoraron el comienzo de la suba de las tasas de interés y el ajuste de la política monetaria en sentido restrictivo; la velocidad con la que debieron proceder y la magnitud de los ajustes generan problemas adicionales. Tarde o temprano, algo debía quebrarse o en la economía, o en los precios de los activos financieros, o en el mercado bancario y crediticio.


Y en el mes de marzo tuvimos los primeros impactos a nivel del sistema bancario norteamericano, con la quiebra del banco SVB primero a la que siguieron otros, que luego se trasladaron a Europa con los problemas que enfrentó Credit Suisse hasta que fue absorbido por UBS. Si bien las autoridades monetarias y económicas de EE.UU., Suiza, Europa y otros países se movieron rápidamente para evitar el “contagio”, la duda persistirá durante algún tiempo más respecto a si no aparecerán nuevos “cisnes negros” que enfrentar, especialmente cuando la economía entre en recesión (algo inevitable si es que va a bajar la inflación) y ello comprometa la capacidad de pago de las deudas acumuladas. La mini-crisis financiera que se vivió en el mes de marzo generó como es natural un fuerte “flight to quality” lo que redujo fuertemente las tasas de interés sobre la deuda pública de los países del Grupo de los Siete. Y ello ha llevado a una situación muy peculiar en el caso de EE.UU., donde el mercado espera que la FED va a bajar las tasas de interés en 100 puntos básicos de aquí a fines de 2023, mientras que el FOMC y Powell en la reunión del 22 de marzo señalaron con claridad que no va a haber bajas de tasas en este año.

La enorme disparidad entre las expectativas del mercado de bonos y la postura de la FED es uno de los factores de incertidumbre más relevantes que condicionarán la marcha de los mercados financieros en los próximos meses.
La evolución de la inflación, del nivel de actividad y del mercado de trabajo serán otros factores muy importantes a seguir con mucha atención. Por supuesto, habrá que ver si aparecen otras situaciones problemáticas a nivel del sistema bancario y del mercado de crédito en general, algo muy probable ya que no se pasa de operar durante 13 años a tasas cero o negativas a tasas del 5% sin generar problemas.

Extracto del Informe trimestral de Mercados – Dr. Michele Santo

28/03/2023

Cuatro hechos positivos de cara al 2023

Sin ninguna duda, el año 2022 ha sido muy complicado para los mercados financieros que debieron adaptarse al cambio de postura de la FED y del resto de los principales bancos centrales del mundo, que luego de más de una década de suministrar al mercado una creciente liquidez y mantener las tasas de interés en cero o incluso en niveles negativos; comenzaron a ajustar de manera restrictiva la política monetaria con el objetivo de combatir la inflación más alta en 40 años.

Ello provocó fuertes  caídas simultáneas en los precios de los bonos y de las acciones, un fenómeno que rara vez se da en la historia, así como la “implosión” de los segmentos más especulativos de los mercados financieros, como por ejemplo el universo de las criptomonedas y de las llamadas “meme stocks”.

Dentro de un panorama fuertemente negativo durante todo este año, de cara al 2023 hay algunos hechos potencialmente positivos, que de todas formas están rodeados de una gran incertidumbre que en un escenario optimista se irá despejando en la primera mitad del año que viene.

Así, un primer elemento positivo es que parece claro de que estamos mucho más cerca del final que del comienzo del ajuste de la política monetaria por parte de la Reserva Federal. Luego de 7 subas consecutivas de la tasa de fondos federales desde marzo de 2022, en su última reunión el FOMC apuntó a la posibilidad de un par de subas adicionales de la tasa en los meses iniciales del año 2023, hasta ubicar a la misma en el 5,1%, manteniendo dicho nivel sin cambios durante todo el resto del año que viene. Si bien el mercado todavía no cree que la FED vaya a subir tanto la tasa de fondos federales en 2023, es claro de que la mayor parte de las subas ya son cosa del pasado. En definitiva, la mayor parte del ajuste de la política monetaria ya se hizo, más allá de que habrá una gran incertidumbre respecto al impacto de este ajuste sobre la economía real y sobre la dinámica de la inflación, y también sobre la marcha de los mercados financieros.

El segundo aspecto positivo es que parece claro que el pico de inflación ya es cosa del pasado, más allá de la incertidumbre respecto a la velocidad con que la inflación seguirá bajando en los próximos meses. La velocidad de la caída de la inflación, y la persistencia de la baja son elementos cruciales para marcar el fin de las subas de las tasas de interés por parte de la FED, así como para mantener como hasta ahora bien “ancladas” las expectativas de inflación del mercado.     

El tercer aspecto positivo es que al menos por ahora, y más allá de los evidentes signos de desaceleración de la actividad que se vienen observando en los últimos meses, al menos en el caso de la economía de EE.UU. por el momento parece estarse evitando un contexto de recesión, al tiempo de que la fortaleza que sigue mostrando el mercado laboral debería ayudar a que si se produce efectivamente un contexto de caída del nivel de actividad, el mismo sea moderado.

Finalmente, otro factor positivo es el hecho de que China estaría terminando formalmente su política de confinamiento estricto para luchar contra el Covid, lo que debería ayudar a mejorar el nivel de actividad de la segunda economía más grande del mundo en los próximos trimestres, al desaparecer los encierros masivos de ciudades y regiones. Lamentablemente, la explosión de nuevos casos de Covid que se está dando desde el cambio de política por parte de las autoridades chinas, agrega un gran nivel de incertidumbre respecto al proceso de reapertura de la economía, y cuanto habrá de dinámica “stop and go” en función de la evolución de la epidemia de Covid.

En definitiva, el comienzo de 2023 estará signado por un gran nivel de incertidumbre, donde seguramente la preocupación por la suba de las tasas de interés que fue el factor dominante durante todo este año; dará paso a la preocupación respecto a la magnitud de la desaceleración del nivel de actividad que es de esperar básicamente como resultado del ajuste de la política monetaria que se dio durante todo este año; así como en el caso de Europa al menos por las

consecuencias de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Para que se consolide la baja de la inflación, y ello permita en el futuro (hacia 2024) que los bancos centrales puedan comenzar a bajar eventualmente las tasas de interés, es casi que inevitable que se vaya a dar un contexto recesivo que modere los aumentos salariales y de otros costos, así como las presiones de demanda limitando la capacidad de las empresas de subir los precios.

Así como el 2022 fue el año de ajuste a la suba de las tasas de interés, lo que implicó “compresión” de los múltiplos P/E en las acciones y caídas en los precios de los bonos; el 2023 debería ser el año del ajuste a un contexto de menor crecimiento económico y muy probablemente de recesión, lo que debería llevar a ajustes a la baja de las previsiones de ventas y ganancias de las empresas, afectando negativamente los precios de las acciones, hasta que las valuaciones se equilibren con los nuevos fundamentos macroeconómicos.   Por el contrario, en el caso de los bonos de alta calidad, un eventual contexto recesivo no debería tener mayor impacto e incluso el mismo podría ser positivo, si efectivamente la recesión lleva a una caída más rápida de la inflación y ello adelanta la expectativa de que los bancos centrales puedan comenzar a bajar las tasas de interés.

Extracto del Informe trimestral de Mercados – Dr. Michele Santo

27/12/2022

EL 2022 EN EL RETROVISOR

Llega el final del año y va quedando atrás lo que será un año histórico y atípico para los mercados financieros. 
Para poner en perspectiva el 2022:

  • Desde 1928 solamente hubo tres años en los cuales el S&P 500 y el bono del Tesoro Americano a 10 años tuvieron un retorno negativo simultáneamente. Este va a ser el cuarto, y el único en el cual cayeron más de 10% al mismo tiempo.
  • Es el peor registro en la historia para el mercado de bonos, con el bono del Tesoro Americano abajo cerca de 14% en el año.

Con el año ya casi en el retrovisor, ¿qué podemos aprender como inversores?

Un par de ideas.

>>> La realidad sobre los pronósticos de corto plazo.
Un año atrás, se esperaba que la inflación fuera transitoria, desacelerándose a 3% en el 2022 y las expectativas de la tasa de la Fed eran de 0,75% para fin de año. Hoy estamos con una inflación de más de 7% anual en los EE.UU y la Fed acaba de aumentar la tasa de interés al rango 4.25% – 4,50%.

El nivel objetivo promedio del S&P 500 por parte de los analistas era de 5.225 puntos, una suba de 9,60% en el año. Hoy el índice está abajo cerca de -19%.

Warren Buffett dijo una vez que “No tenemos, nunca tuvimos y nunca vamos a tener una opinión acerca de la dirección del mercado accionario, las tasas de interés o de la actividad económica de acá a un año”.

Lo que argumenta Buffett es que no tiene sentido esforzarse en pronosticar lo que va a suceder en los próximos 12 meses. Pero entonces, ¿en que deberíamos focalizarnos?

>>> Focalizarnos en lo que podemos controlar.
Intuitivamente, lo que podemos controlar como inversores es en qué activos invertimos. Cuales empresas, deuda y fondos de inversión elegimos dentro del abanico de alternativas que ofrece el mundo financiero.
Pero tal vez más importante aún, podemos focalizarnos en nuestro nivel de ahorro y en nuestro comportamiento como inversor. Estas dos variables están en nuestro control y seguramente sean más significativas para nuestro futuro que muchas otras.

Puntualmente, este año es un ejemplo de porqué deberíamos tener un fondo de emergencia. En un año como el 2022 lo único que no queremos como inversores es estar forzados a liquidar activos financieros para cubrir emergencias, y la utilidad de tener un fondo para cubrir imprevistos solo se valora en años como este.

>>> Utilizar el 2022 como una prueba.

Varios inversores argumentan que pueden soportar caídas grandes de sus portafolios, pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Cuando las cosas van bien es fácil pensar que si sigue todo igual y mi portafolio cae 20% no me voy a preocupar. Pero es distinto cuando realmente se vive en carne propia una caída así y las noticias son sobre una inflación insostenible, posible recesión económica y guerra en Europa.

Entonces, ¿para qué podemos usar el 2022? Tal vez sirve como un termómetro para medir realmente cuánto riesgo podemos soportar, y cuánta pérdida estamos dispuestos a aceptar por retornos a futuro. Luego, podemos ajustar nuestras inversiones acorde a nuestro nivel de aversión al riesgo.

Con unas pocas semanas para finalizar el año, los analistas han comenzado a compartir sus informes sobre que esperar para el 2023 en los mercados financieros. Pero si recordamos el primer punto de este artículo, debemos agarrar estos con pinzas.

No sabemos exactamente qué pasará el año que viene, pero podemos extender un poco el plazo, y ver históricamente que pasó en periodos similares: En las otras tres ocasiones en las cuales los bonos y acciones en EEUU cayeron simultáneamente, los rendimientos promedio anualizados de los siguientes tres años fueron de +14,6% para el S&P 500 y de +6,1% para el bono del Tesoro Americano a 10 años.

Por otro lado, hoy en día podemos aprovechar las tasas del mercado de renta fija para lograr nuestros objetivos, y conseguir rendimientos sólidos sin la necesidad de cargar los portafolios con inversiones más riesgosas. Esto fue difícil de lograr durante la última década.

De cara al 2023 y a los siguientes años, tal vez podamos usar el 2022 como un año ejemplar para focalizarnos en lo que realmente importa y ajustar los portafolios para cumplir con nuestros objetivos financieros.

“Es más fácil evaluar si algo es frágil, que intentar predecir la ocurrencia de un evento que pueda dañarlo.”

Nicholas Taleb

Ec. Manuel Bordaberry

mbordaberry@paullier.com

LA MITAD DEL VASO LLENO

Este ha sido un año duro para los inversores en los mercados financieros. El S&P 500 ha caído cerca de -20% y otras partes más volátiles del mercado como el índice de tecnología Nasdaq, cerca de -30%. Individualmente, acciones como Disney, Tesla, o Nike han caído -33%, -38% y -45% respectivamente en lo que va del año. Como las tasas han aumentado los bonos también se han visto golpeados, con el índice de bonos globales también abajo cerca de -20% en el año.

Lo atípico de este año es que se ha dado simultáneamente una caída en acciones y en bonos, y que ha sido de una magnitud significativa. Esto se puede visualizar en la siguiente gráfica:

RENDIMIENTO DE ACCIONES VERSUS BONOS 1926 – 2022

Esto ha provocado que un típico inversor expuesto a los activos financieros tradicionales vea su portafolio cerca de -20% abajo en lo que va del año. A nadie le gusta ver una caída en sus inversiones de este tamaño, pero hay algunas implicancias positivas que podemos resaltar de esta situación en la que nos encontramos.

Por un lado, están los inversores jóvenes, estos que han comenzado a invertir recientemente o los que todavía nunca han invertido. Estos inversores tienen una ventaja frente al resto; tienen más tiempo. Por ende, pueden invertir con un horizonte temporal más largo los fondos que no van a precisar por los próximos años, sin preocuparse por la eventual volatilidad con la cual se pueden encontrar. Para un inversor de este tipo, acumular acciones y bonos a mejores valuaciones y tasas es el escenario ideal. Contraintuitivamente, este inversor debería estar feliz de que el mercado caiga.

Por otro lado, están los inversores que han estado invirtiendo durante años pero que todavía tienen tiempo antes de jubilarse o de necesitar estos fondos. Lo positivo para este grupo es que seguramente son personas que se encuentran en su pico de ingresos laborales. Obviamente ver caer el valor de sus inversiones es algo que no quieren, pero la realidad es que el mercado les está dando mejores oportunidades respecto a los últimos años para seguir invirtiendo justamente en los años donde su poder ahorrativo probablemente sea mayor.

Finalmente, están los inversores que van a precisar próximamente los fondos, por ejemplo los que están cerca de su jubilación. Podríamos decir que estos son los más perjudicados por la caída de los mercados, pero también podemos ver el lado positivo. Después de años donde no habían tasas atractivas en la renta fija, hoy nos encontramos con un panorama distinto. Como ejemplo, estas son las tasas de interés de los bonos del gobierno americano, a principio de año y a la fecha:

Estos inversores, próximos a necesitar los fondos, hoy pueden aprovechar la suba de tasas para hacer colocaciones en el sector más defensivo del portafolio, aprovechando las certezas y la baja volatilidad que otorgan los bonos respecto a otras inversiones. Por ejemplo, un inversor podría colocarse al 4,55% a un año en un bono americano, el cual es considerado libre de riesgo de default. A principio del año podían hacerlo tan solo al 0,40%. 

Este es sin dudas un año históricamente atípico y ser inversor en este año no ha sido fácil. Pero en vez de mirar la mitad vacía del vaso, podemos ver la otra mitad.


“El pasado no fue tan maravilloso como recordás, el presente no es tan malo como creés, y el futuro va a ser mejor de lo que estimás.”

Morgan Housel

Ec. Manuel Bordaberry

mbordaberry@paullier.com

La FED ha logrado transmitir un mensaje claro.

Finalmente, la FED parece estar consiguiendo el objetivo de que los inversores “le crean”  de que esta vez va en serio y que va a hacer todo lo que sea necesario para controlar  la inflación, cueste lo que cueste en materia de actividad y de empleo, y más allá de las pérdidas que se sigan acumulando a nivel de los mercados financieros.

Bien puede decirse que la Reserva Federal está tratando de corregir el enorme error de no haber comenzado a subir las tasas de interés y a restringir la liquidez de la economía ya a mediados de 2021, afiliándose a la tesis de que el aumento de la inflación que ya se observaba por ese entonces era un fenómeno “transitorio”, argumento que se continuó empleando hasta bien entrado el segundo trimestre de 2022, a pesar de la creciente evidencia en contrario. Como se demoró tanto en sacar el pie del acelerador y pasar a ponerlo suavemente en el freno, ahora hay que frenar de golpe y las consecuencias negativas sobre la economía y los mercados financieros potencialmente serán mucho mayores,

Tres fechas marcaron el cambio de rumbo de la FED y llevaron a que por fin el mercado y los inversores creyeran que esta vez el banco central norteamericano “iba a ir en serio” en su lucha contra la inflación. El primer punto de inflexión fue el 26 de agosto, cuando en la tradicional conferencia monetaria de Jackson Hole el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell,  anunció claramente que la FED iba a “hacer todo lo que tuviera que hacer” para llevar a la inflación al objetivo de 2% anual; aunque implicará un período de retracción del crecimiento y del empleo, y que las tasas de interés iban a subir más de lo que se estaba esperando, al tiempo de que se iban a mantener en esos niveles más altos durante más tiempo.

La segunda fecha relevante en el cambio de percepción del mercado fue el martes 13 de setiembre, cuando se conoció el dato del IPC de agosto en EE.UU.; que mostró un resultado mucho peor a lo que se esperaba, con la inflación subyacente o “core” en el doble de lo que se preveía (0,6% vs. 0,3%).

Y finalmente, en la reunión del Comité de Política Monetaria  -FOMC- del 21/09/22, la FED confirmó el sesgo mucho más restrictivo que le va a dar a su política monetaria. Ahora se proyecta que para fines de 2023 la tasa de “fed funds” se ubicará en el 4,6% en lugar del 3,8% que se había proyectado en el mes de junio. También el FOMC confirmó que  mantendrá a toda marcha el ritmo de “quantitative tightening”  -QT-  a razón de USD 95.000 millones que viene aplicando desde el 1º de setiembre, lo que acentuará la reducción de la liquidez en la economía y en los mercados financieros.

El cambio notoriamente restrictivo de la FED en cuanto al manejo de su política monetaria para lo que queda de este año y sobre todo para el 2023, generó lógicamente el ajuste de todos los mercados financieros, con caídas generalizadas de los precios de las acciones y de los bonos; con una fuerte apreciación del dólar en los mercados cambiarios internacionales, y con retrocesos generalizados en los precios de las materias primas. En definitiva, un escenario donde ha aumentado notoriamente la probabilidad de que haya una desaceleración brusca del crecimiento o incluso una recesión a nivel de la economía mundial; donde las tasas de interés serán más altas y habrá menor liquidez, inexorablemente requería un ajuste a la baja de los precios de todos los activos financieros, que seguirá con ajustes a la baja de los precios de los activos reales (de hecho, los precios de las viviendas en agosto de este año mostraron en EE.UU. la primera caída en 10 años). Para tener éxito en su lucha contra la inflación; la FED necesita condiciones financieras globales mucho más restrictivas (lo que entre otras cosas implica aceptar caídas en los precios de los activos financieros; tasas de interés más altas; mayores spreads de crédito y un dólar más fuerte); así como tolerar un período más o menos prolongado de bajo crecimiento y creación de empleo en el mejor de los casos, o directamente de recesión y destrucción de puestos de trabajo.

En este contexto, en nuestra opinión el perfil “riesgo/retorno” de las acciones es inferior al de los bonos, ya que las acciones deben ajustar tanto al efecto de mayores tasas de la FED como al impacto de la recesión sobre las ventas y ganancias de las empresas. Y por supuesto con tasas de corto plazo que ya se ubican en el eje del 3,5% y subirán a más de 4% en pocos meses, la alternativa de colocar en Tbills o fondos “money- market” ahora se ha vuelto muy atractiva, sobre todo considerando el muy elevado nivel de incertidumbre económica, financiera y geopolítica que tendremos al menos en los próximos 6 a 9 meses.

Foto de Mandel Ngan en AFP

Extracto del Informe trimestral de Mercados – Dr. Michele Santo

30/09/2022